De buenas a primeras, tu hermoso pino o ciprés comienza a secarse, o tu seto de arizónica se torna marrón. Probablemente, incrementes el riego creyendo que solo así mejorará, pero esta no es la solución, dado que el origen del problema es precisamente el exceso de agua
El amarronamiento de las coníferas es el nombre que obtienen los síntomas de desecación, ya sea parcial o total, de este tipo de plantas. Por lo general, se produce en cipreses, setos de arizónica, juníperos, abetos, pinos, falsos cipreses y coníferas diversas.
Cuidado con el encharcamiento
La desecación se origina por el encharcamiento del sustrato, ya sea por tratarse de un suelo poco poroso, muy arcilloso, mal drenado, o por exceso de riego. El agua se encarga de colmar los poros del sustrato que deberían ser llenados por aire y, por ende, las raíces se quedan sin oxígeno rápidamente.
Al incrementar el dióxido de carbono en el entorno radicular, empiezan a aparecer diversas reacciones químicas que generan una gran pérdida de permeabilidad en las membranas de las raíces por lo que la planta no solo tiene problemas para absorber el agua, sino también los nutrientes. Por ello, el follaje empieza a amarillarse.
Los agentes biológicos y los hongos se hacen presentes
Por la falta de oxígeno en las raíces, hay agentes biológicos oportunistas dispuestos a atacar las raíces secundarias, las cuales son las encargadas de absorber los nutrientes y el agua, generando la pudrición.
Después, estos invaden las raíces primarias y terminan afectando a la base del tronco. Esta infección se hace cada vez mayor y se propaga a las plantas vecinas. También existen algunos hongos capaces de aprovecharse de las debilidades de las coníferas, afectando las ramas y el tronco.
El hongo Phytophora es uno de los hongos más comunes en coníferas, setos y césped, aunque puede atacar otras especies también. La causa principal es el exceso de riego, una temperatura muy elevada con una humedad alta, o debilitamiento de las plantas. Suele iniciarse en la parte inferior de las plantas y, posteriormente, afecta las partes altas, desecando las ramas y las hojas.